No son pocas las personas mayores de 50 años, incluso jubilados, que deciden matricularse en la universidad después de llevar décadas sin estudiar. Al menos, con ese nivel académico. Asomamos la cabeza a la vida universitaria después de los 50.
Ana, de Valencia, se ha matriculado en Historia del Arte por la UNED (la Universidad de Educación a Distancia) con 52 años. Para eso ha tenido que pasar antes el examen de acceso a la universidad para mayores de 45. Se lo preparó en el Centro Universitario San Bernardo, una academia de Madrid que lleva 50 años preparando exámenes especiales de acceso a la universidad. Siempre lo ha hecho presencialmente en sus aulas próximas a la Puerta del Sol. Desde hace poco también lo hace de forma telemática.
Ana estudió Bachillerato a finales de los años 80. No cursó el C.O.U., el último año de instituto según el plan educativo de la época, ni se presentó a la selectividad. Su familia no tenía dinero para pagarle una carrera. Con 18 años buscó trabajo en el sector del comercio. Le gustaba estudiar, pero no pudo en su momento. Ahora, divorciada, con un trabajo estable en El Corte Inglés y una hija de 22 años, que prácticamente lleva una vida independiente, Ana se ha matriculado en la universidad. Lo ha hecho en Historia del Arte porque es un tema que le gusta. No tiene intención de encontrar trabajo relacionado con esta formación. Estudia por el simple placer de hacerlo y para demostrarse así misma que es capaz de terminar una carrera.
El caso de Fanny, de Barcelona, es diferente. Ella estudió enfermería en los años 90. Trabaja en un hospital público de la ciudad condal. Se ha matriculado en Psicología en la Universidad de Barcelona. No ha tenido que pasar el examen de acceso para mayores de 45, ya que fue universitaria en su momento, aunque de aquello ya han pasado más de 25 años. Su idea es formarse como psicóloga clínica para ejercer en una planta de salud mental de un hospital. No tiene prisa por conseguirlo. No tiene la urgencia de encontrar trabajo. Digamos que es una meta que se ha propuesto. Un área de la salud que le interesa y en la que no se formó en su momento.
Veamos más en concreto cómo es este camino formativo.
La prueba de acceso para mayores de 45 años.
La página web de la Universidad de Extremadura señala que esta prueba consiste en dos ejercicios. Un comentario de texto o el desarrollo de un tema de actualidad, y un examen de competencias básicas en castellano o en la lengua cooficial de la comunidad autónoma y una entrevista con un tribunal examinador.
Para acceder a la entrevista es necesario haber aprobado el comentario de texto y el examen previo. Con una nota media mínima de 5, obteniendo un mínimo de 4 en cualquiera de los dos ejercicios escritos. El baremo de puntuación es de 0 a 10.
Para aprobar la prueba de acceso es necesario tener una nota media final de 5. Una vez obtenida la certificación de apto, el estudiante se puede matricular en la carrera que quiera. No existen números clausus ni notas de corte para matricularse a la universidad con más de 45 años, como sí sucede con la E.B.A.U., la actual selectividad, que realizan los estudiantes cuando terminan bachillerato.
Cada año, las universidades publican en su página web y en su boletín informativo, la fecha de celebración de la prueba, así como el lugar en el que se realizará la evaluación, que suele corresponderse con alguna de sus instalaciones. La fecha de publicación de este anuncio suele realizarse la primera quincena de febrero.
Cabe recordar que esta prueba solo se aplica a aquellos estudiantes que nunca antes hubieran estudiado en la universidad. Si el estudiante tiene un título universitario, aunque lo hubiera obtenido hace décadas, no tiene que pasar la prueba.
Perfil del estudiante mayor de 50 años.
Este grupo de estudiantes es heterogéneo. Va desde personas que quieren actualizar su formación con unas perspectivas de encontrar un empleo mejor del que tienen actualmente, personas que desean actualizar conocimientos y otros que simplemente quieren formarse en un tema que les interesa y que a menudo corresponde con asignaturas pendientes que han dejado aparcadas en su vida. Carreras que les interesaba estudiar y que no lo hicieron antes porque no podían o porque guiaron su formación hacia otras áreas del conocimiento.
Aunque encontramos estudiantes de ambos géneros, parecen ser las mujeres de entre 60 y 69 años, el segmento de población más numeroso. Se suele tratar de mujeres jubiladas o prejubiladas, con formación previa, aunque no haya sido universitaria y con altos grados de independencia económica y de estilo de vida.
Se trata de estudiantes responsables, que se esfuerzan en estudiar y presentar los trabajos de la carrera, pero que al mismo tiempo son bastante exigentes con la formación que reciben. La matrícula se la han pagado con su sueldo o con sus ahorros y aunque no tengan intención de rentabilizarla profesionalmente, lo que si tienen claro es que no quieren tirar el dinero.
Con 50 o 60 años, hoy en día, gran parte de la población aún se considera joven. Se ve con energía y ganas suficientes para afrontar nuevos retos. Conservan las ganas de aprender y la inquietud por descubrir cosas nuevas.
Se ha instaurado la cultura de la formación. Aunque hayan pasado décadas desde que el estudiante pasó su época universitaria, en todo ese tiempo no ha parado de formarse con cursos y talleres necesarios para su desarrollo profesional o simplemente como un medio para culturizarse. Un hábito socialmente instaurado que hace que encontrar alumnos de mediana edad sea menos extraño de lo que lo era a finales del siglo XX.
Las carreras más comunes entre este tipo de estudiantes.
El portal de información sobre educación Grado Manía señala que las carreras de humanidades son las que más cantidad de alumnos mayores de 45 años suelen recibir. Se trata de carreras como historia, historia del arte, filosofía, filología hispánica, (catalana, gallega, etc.) y en menor grado, otras como psicología y bellas artes.
Son carreras que aportan conocimientos que enriquecen a la persona, pero cuya salida profesional es más reducida que otras carreras más técnicas.
Los idiomas son otra de las formaciones que suelen atraer a bastantes estudiantes mayores de 50 años; si bien, en este caso, muchos alumnos de esta edad se inclinan más por estudiarlos en Escuelas Oficiales de Idiomas que por matricularse en la universidad.
Con motivo del auge de estudiantes de este tipo, las universidades han creado, además de las carreras estándar que todos conocemos, itinerarios formativos específicos que alternan clases tradicionales con el profesor impartiendo la materia, seminarios a los que se invitan a profesionales de la materia y clases prácticas. En este tipo de cursos especiales encontramos desde talleres de creación literaria, hasta cursos de marketing digital o formación en experto universitario en la adicción a las nuevas tecnologías.
Siempre que pueden, las universidades concentran a este tipo de alumnos en las mismas clases. Esto depende del sistema de funcionamiento de cada universidad. En la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Barcelona, en el turno de tarde, es frecuente encontrar estudiantes mayores mezclados con otros de veinte y pocos años.
Un reto personal.
El estímulo que lleva a una persona mayor de 50 años a matricularse en la universidad y estudiar una carrera es diferente al que tiene un joven que acaba de terminar el bachillerato. Por tanto, su manera de plantearse los estudios es distinta.
Mientras que un joven se está formando para acceder al mercado laboral, un estudiante mayor ya está integrado en la sociedad. No tiene esa presión por intentar sacarse la carrera en el menor tiempo posible y hacerlo con una buena calificación para encontrar un buen trabajo. No estudia en función de la salida profesional.
Sus estudios están más guiados por el placer de aprender y por la vocación. Aunque su nueva formación universitaria esté relacionada con su trabajo, no tiene la urgencia de sacársela ya. No es que si no tiene el título en tres años, por poner un ejemplo, lo vayan a despedir. Más bien lo hace, en este caso, por promocionarse profesionalmente. Estamos hablando de estudiantes que están en el último tramo de su vida laboral o que ya se han jubilado. Esto hace que su aprendizaje pueda ser más lento, sobre todo si tiene problemas para conciliar horarios, pero siempre es más concienzudo.
En estos estudiantes existe un marcado aspecto de superación personal. De fijarse metas y alcanzarlas. Algo que les hace crecer como personas. Es un tema personal, no de aceptación social. No es que necesiten una titulación para encontrar el trabajo de sus sueños. El trabajo ya lo han tenido.
El conocimiento es un patrimonio intangible de valor incalculable. Si tienes más de 50 años y quieres estudiar en la universidad, no te reprimas. Para aprender siempre hay tiempo.