Decimos que identificamos a un fumador porque tiene los dientes amarillos. Pero los efectos del tabaco sobre la dentadura son mucho más perjudiciales. Un fumador habitual, que lleva muchos años fumando a diario, suele presentar en su boca enfermedades graves de difícil solución.
Nos dicen los odontólogos de Clínica Cooldent, una clínica dental de Algeciras (Cádiz), que el tabaco, además de dañar la laringe y los pulmones, provoca la proliferación de bacterias en la cavidad bucal.
Un fumador que lleva mucho tiempo con ese hábito presenta las encías pálidas, con poco soporte óseo para sostener los dientes, lo que puede provocar a largo plazo la pérdida de piezas dentales. La acumulación de bacterias, que concentra en la boca, afecta preocupantemente a la salud de las encías y de los dientes.
El tabaco es un agente que poco a poco va mermando progresivamente las estructuras bucales. Estas son algunas de las enfermedades dentales que provoca el tabaquismo:
Periodontitis.
Es una inflamación grave de las encías que si no se cura penetra por los tejidos blandos y termina dañando la estructura ósea que sujeta al diente. Algunos de sus síntomas son:
- Los dientes se mueven. Esto nos indica que están perdiendo sujeción.
- Las encías, en lugar de tener un color rosa pálido, son de color rojo o púrpura.
- Sangrado de encías al cepillarse, o de forma espontánea.
- Dolor al masticar o tocar las encías.
- Sensibilidad dental, especialmente frente a alimentos y bebidas frías.
- Los dientes parecen más largos. Esto es porque la raíz del diente se está retrotrayendo y hemos perdido encía.
- Puede provocar halitosis.
Como nos informan en La Gaceta Dental, la periodontitis no aparece de un día para otro, sino que es producto de un largo proceso de deterioro.
Al comer, las bacterias de la boca entran en contacto con los azúcares y el almidón de los alimentos, formando depósitos de efecto corrosivo. Una correcta higiene dental habitual sería suficiente para eliminarla.
La placa dental termina por endurecerse y solidificarse, generando una costra que se deposita sobre la base de los dientes. Es el sarro. Este es más difícil de eliminar que la placa normal y más nociva.
En una primera fase aparece la gingivitis. Las bacterias atacan el tejido gingival, aquel que recubre el cuello de los dientes. Las encías se vuelven más sensibles y tienden a sangrar con el cepillado.
Si la gingivitis no se cura, evoluciona en periodontitis. El sarro y la placa bacteriana van introduciéndose por los tejidos blandos, formando bolsas entre la encía y el diente. Atacando las partes de la pieza dental que no se ven.
Varios estudios médicos indican que la periodontitis está relacionada con el riesgo a sufrir accidentes cardiacos, enfermedades coronarias, aumenta la tensión arterial y la posibilidad de sufrir diabetes.
El tabaco es un factor importante en la aparición y desarrollo de esta enfermedad. Al fumar con frecuencia creamos un ambiente sucio en la boca que favorece la proliferación bacteriana. Los agentes del tabaco intervienen en la formación y consolidación del sarro, ya que favorecen su adhesión a la superficie de los dientes.
Está comprobado que los fumadores presentan una respuesta inflamatoria retardada. Es decir, se reduce el riego sanguíneo en la zona, se disminuye el sangrado y la enfermedad avanza silenciosamente sin presentar algunos de sus síntomas aparentes. Esto, quizás, lo hace más peligroso, puesto que la periodontitis alcanza niveles de desarrollo avanzados.
La periodontitis se puede curar. Hay que eliminar la placa y el sarro por medio de una limpieza bucal profesional. En los casos más avanzados se realiza una pequeña cirugía para abrir la encía y efectuar una limpieza más profunda, eliminando las bolsas internas. Una vez terminado el tratamiento hay que seguir una serie de medidas preventivas para evitar que reaparezca.
Halitosis.
El mal aliento es una consecuencia de otras complicaciones. Aparte de las dificultades que crea en las relaciones con otras personas y que merma la autoestima, nos está avisando de otros problemas en nuestra boca o nuestro sistema digestivo.
Algunas caries provocan mal aliento. Esto se debe a que en la cavidad que va produciendo la caries al perforar el diente, se depositan restos de comida, que si no eliminamos con el cepillado, se va descomponiendo.
Las enfermedades de las encías como la gingivitis y la periodontitis pueden provocar halitosis. La alta concentración de placa bacteriana puede desprender gases que provocan mal olor.
Otra de las causas de la aparición de la halitosis es la falta de hidratación y sequedad de la boca. El estrés y otras alteraciones hormonales pueden reducir la segregación de saliva. En este caso, al no haber una cantidad de bacterias suficiente, no pueden neutralizar los agentes que se encuentran en la boca.
Determinados procesos digestivos desprenden gases malolientes que ascienden desde el estómago hasta la boca. Es lo que sucede cuando comemos alimentos como el ajo, la cebolla cruda, las coles de Bruselas o la ingesta desproporcionada de alcohol. Un proceso similar surge con la asimilación de determinados fármacos tomados por vía oral.
El tabaco, desde luego, es una causa de la halitosis. Algunas personas dicen que besar a un fumador es como besar un cenicero. Esto se debe a que las sustancias del cigarrillo se adhieren con facilidad a la mucosa de la boca, de la lengua y de los dientes. Esto sin contar otras complicaciones derivadas del consumo de tabaco.
Una gran parte de los casos de halitosis se pueden resolver en una clínica dental. Lo primero que hacen los odontólogos es determinar su origen, y a raíz de ahí proponer un tratamiento para erradicarlo.
Cáncer oral.
Según cancer.org, la web de American Cancer Society, la gran mayoría de personas que sufren un cáncer en cualquier parte de la boca son personas que han consumido tabaco durante mucho tiempo de una u otra forma.
Así, por ejemplo, las personas acostumbradas a fumar en pipa, tienen un riesgo más elevado de sufrir cáncer en la parte de los labios.
El cáncer bucal está provocado por un crecimiento descontrolado de las células de la boca. El tumor puede aparecer en cualquier parte de la cavidad: labios, encías, paladar, lengua, detrás de las muelas del juicio, bajo la lengua, mejillas, etc.
Suele aparecer sobre todo en hombres, mayores de 50 años, fumadores habituales. Estos son algunos de los síntomas que presentan:
- Úlcera en la boca que no se puede curar.
- Dolor y malestar constante.
- Manchas rojas o blancas en la boca.
- Bulto en la lengua, los labios o el cuello.
- Dientes flojos.
- Entumecimiento de la boca.
- Sangrado inexplicable.
- Mal aliento.
Estos síntomas no siempre están provocados por el cáncer, pero si aparecen es recomendable acudir al dentista, para descartarlo.
Nueve de cada diez casos de cánceres orales son carcinomas de células escamosas. Se desarrollan en células planas que recubren la superficie de la boca, similares a la piel. En muchos casos, no existen síntomas tempranos que avisen que se va a producir un cáncer, sin embargo, si se coge a tiempo existen muchas posibilidades de éxito.
El cáncer oral se trata con cirugía. Extrayendo el tejido afectado. La acción se completa con radioterapia o quimioterapia para destruir todas las células cancerígenas.
Un tratamiento no quirúrgico es la terapia biológica. En ella se administran anticuerpos monoclonales fabricados para bloquear el crecimiento de las células cancerígenas. Posteriormente, se aplica radioterapia para destruirla.
Dejar de fumar durante y después de los tratamientos.
Es normal que cuando se aborde cualquiera de estas enfermedades, el facultativo exija el paciente que deje de fumar. Si es posible que abandone ese vicio para siempre. Aunque no sea la causa principal, es un factor importante que es necesario eliminar para evitar la reaparición del problema.
Dejar de fumar es importante para efectuar con éxito otros tratamientos como la colocación de implantes dentales.
Se sabe a ciencia cierta que el tabaco dificulta la cicatrización de las heridas producidas al colocar un implante dental. El cirujano ha tenido que efectuar una incisión en las encías para implantar el apósito sobre el que posteriormente colocará la corona o la prótesis.
El implante, que cumple la función de ser la raíz del nuevo diente artificial, debe integrarse en la estructura ósea maxilofacial del paciente y la herida debe cerrarse. Al no cicatrizar debidamente, se puede infectar e introducirse placa bacteriana en el interior de la encía, recubriendo el implante.
Esta es una infección que se llama perimplantitis. Es uno de los pocos riesgos que implica la implantología y que puede hacer que el tratamiento sea inefectivo. Causando, incluso, que el cuerpo rechace el apósito.
Se sabe que los fumadores son más propensos a padecer infecciones e inflamación. Aunque a veces no sea tan evidente, pues como hemos explicado a lo largo del artículo, el tabaco reduce el flujo sanguíneo y, por tanto, el sangrado.
El tabaco es un agente patógeno para nuestro organismo, y como no podía ser de otra forma, también es pernicioso para nuestra salud bucodental. Para tener una dentadura fuerte y sana, es recomendable plantearse dejar de fumar.